30 may 2014

¿Inexistencia que existe?

Nada peor que un triste dolor en el corazón. Ese dolor causado por un corazón roto. Una decepción, una traición; en fin…  Digo que no hay nada peor porque todos sabemos que ese “corazón roto” es abstracto. No existe. No lo podemos tocar. Un corazón roto es tan tangible como el humo, y ni aún así, porque al humo lo podemos ver. Cuando sufrimos por amor, no existe pastilla, crema o venda para calmar ese dolor. No podemos frotarlo para que cese el desconsuelo. Es una herida que sangra persistentemente pero no podemos suturarla. Es una fiebre pero no existe una infección. Sin embargo, nos duele. ¿De dónde viene ese dolor? Es irrastreable, no podemos encontrarlo físicamente. Y eso duele aun más, porque no podemos controlarlo. A veces nos consume, nos agota, nos extingue poco a poco. Nos enerva. Porque DUELE.  No hay que darle muchas vueltas al asunto. El dolor es inevitable. El amor es un conjunto de emociones que se pasean al compás de un sonido anárquico. Un minuto te encuentras bailando con la felicidad, y al otro solo quieres que ese ruido termine. El amor te agota mentalmente pero aun así sigues dando todo de ti porque no quieres sentir el dolor. Te rehúsas a que este ataque, porque sabes que no podrás defenderte. Porque sabes que no podrás controlar ese dolor, porque sabes que en cuanto esa montaña rusa haga su recorrido repentino hacia abajo, todos esos sentimientos aparentemente dominados, se revolverán en tu interior y perderás toda capacidad de autocontrol. Y ahí es cuando el dolor hará su movimiento y quedarás indefenso porque no existe cura física para este mal. 
Porque este mal, simplemente no existe.