2 sept 2013

Amigos a la distancia



Me hablaste. Me hablaste y con tan solo unas palabras, pusiste mi mundo de cabeza. Rompiste todos los paradigmas que tenía acerca de mi realidad, e impusiste los tuyos. 


No busco tu piedad, ni tampoco pienses que soy la más infeliz del mundo, porque a pesar de todo, de vez en cuando, se me escapa una sonrisa sincera y en ese momento aún creo que existe el amor.  

Amaba todo de ti. Tu aparente desinterés, tu frialdad ante la vida, tu sinceridad. Tus momentos UNICOS, en los que a mí se me encogía el corazón porque decías algo que me parecía “lindo”. Me encantaba el hecho de no poder descifrarte. De que al mirarte los ojos, no podía saber que había en tu interior. Las ventanas de tu alma estaban cerradas. Me encantaba que eras –y eres- un ser complicado, enrevesado, me confundías. 
Rompiste las reglas que yo traté de imponer y sin embargo no me importó en lo absoluto. Al contrario, yo ponía más con la intención de que las volvieras a romper. Me encantaban tus ojos grandes y cafés.

 “ Tenías café en la mirada, debía ser por eso que me quitabas el sueño”. 

Extrañamente, me acostumbré a ti y a tu forma de “querer”. Amé lo que pudo ser y nunca fue.  

Y aún lo hago. 

Futurism



Él era como el no saber que hacer un domingo por la tarde, un día de esos tontos, que no sabes que inventar, y te preguntas  todas las dudas existenciales que pasan por tu mente, pero me detengo principalmente en: ¿Por qué él? ¿Por qué no otro? Pero ni yo lo sé, y sí, la verdad, eso me preocupaba.
Erick, un nombre irónico para alguien como  él. Aquel alias reflejaba alegría, con un pequeño y casual toque de picardía. Todo lo contrario a él. Una persona frívola, bohemia  e independiente. Nunca había conocido a alguien como él, alguien tan despreocupado de la vida; una persona nihilista que sólo se desasosegaba por el “hoy”. Tal vez había sido eso lo que me puso de cabeza en un instante; y él sólo tuvo que decir: Hola.
Al principio, era yo la que lo pensaba a diario, desconocedora de la realidad que me rodeaba y que esperaba pacientemente a que yo quedara totalmente indefensa para poder ir a cortar con toda esperanza de estar bajo su mismo cielo. Del cielo de Erick. Traté y no lo pude evitar, ilusionarme con nimiedades aparentemente inofensivas. Y caí, caí rotundamente donde no quería caer: En el dolor.
Me enervó, me agotó, me mató, me hizo sacar lo peor de mí, pero también me hizo creer que por muy negro que esté el día, que por muchos problemas que haya tenido, acabarán  y podré seguir adelante como si nada. Hizo que mis “PROS”, parezcan insignificantes en comparación de los suyos. Hizo que cada poro de mi piel se erice al acordarse de él, aunque esté a un millón de km de mí.
Él creía que podía arreglarlo todo con un simple perdón, y si, lo hacía, no sé cómo se las apañaba, pero, por muy enfadada que yo hubiera llegado a estar, él iba, se disculpaba y sonreía, y yo intentando evitarlo, lo perdonaba, sin más.
Teníamos demasiadas diferencias, pero eso nunca ha fue un problema. Hasta que, verdaderamente, lo fue.
Yo no era quien le robaba el sueño a este misterioso personaje que apareció en mi vida por obra de las estrellas, de los planetas, del destino o toda esa ironía de la suerte. El dolor fue tanto que me alejé. Huí como cobarde en vez de enfrentar toda esa situación. Y me perdí, me sumergí en un profundo mar de indiferencia para darlo –por fin- por olvidado; como si él tuviera la culpa de no haberse enamorado de mí, como si él fuera el culpable de que yo me haya vuelto loca. Como si hubiera sido la culpa de él que yo lo viera con ella, como si yo fuera la víctima y no la ingenua adolescente de siempre que cae derrumbada ante un par de palabras  completamente mal dirigidas. Fue complicado al principio, pero pasaron muchos meses y pasaron rápidos. Y para mí, todo era tranquilidad. Fue ahí, en medio de toda esa paz interna imaginaria, que apareció a quien hoy llamo “Roger”. Desprevenidamente, como si el destino planeara su gran artilugio por un largo tiempo y revisando cada detalle, lo conocí. Fue extraña la manera, pero, nada es normal por aquí. Al comienzo, fue una persona más en mi círculo de conocidos, pero con un pequeño gesto, se ganó un lugar especial dentro de mí. Y yo me perdía entre esos preciosos ojos. Pero, inmediatamente después, el gran personaje anterior, tiene la idea descabellada de hacer su increíble presentación en el medio del show de otro. Ya me había acostumbrado a no saber de él, y ahora estaba de regreso. Listo, más listo que nunca. Desafortunadamente, yo no lo estaba; así que caí. CAÍ. Volaba y luego caí, sin poder volver a estirar mis alas nuevamente. Adiós, Roger. Nunca lo quise así. 
Erick me daba la tranquilidad, la inexpugnable firmeza, y todos aquellos desafíos. Aquellos desafíos para poder comprenderlo, para poder siquiera imaginar qué era lo que pasaba por su mente al verme, o al imaginarme, si es que en algún momento pasé por su cabeza, no ligeramente, sino dejando huellas que ni siquiera la lluvia hubieran podido borrar.