28 jun 2014

Costumbres

Estoy acostumbrada a él. A su risa pícara, ese hermoso sonido que resuena en mis oídos a cada momento. Estoy acostumbrada a su forma de caminar. A verlo caminar hacia mí, esbozando esa sonrisa tan peculiar de él.
Puedo sentir su fragancia aun cuando estamos a kilómetros. Pareciera que sigue aquí. Parece que ahora mismo se encuentra sentado a mi lado susurrando mi nombre y murmurando chistes sin gracia alguna.
Y esos sueños por las noches en las que aparece con una sonrisa tímida y un “Lo siento” entre las manos, parecen tan reales que me cuesta y me duele el tener que volver a la realidad. Él es tan irreal ahora mismo, que duele.
Ahora él no está y el dolor es casi parte de mí. Simplemente quisiera arrancarlo de dentro de mí y lanzarlo a un lugar en el que sé que jamás lo volveré a encontrar. Sé también que el problema es que sería capaz de darme media vuelta y buscarlo. Pero no puedo, no podría después de todo. Por más que me esté muriendo por saber de él, correr hacia sus brazos solo empeoraría todo.

Volvería a escuchar su risa, volvería a ver cómo camina, volvería a sentir su fragancia y volvería a escuchar su voz diciendo mi nombre… y me costaría volver a la realidad.


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