23 jul 2014

Percepción

Todo puede cambiar cuando menos te lo esperas.

Tu mundo puede girar cuando menos te lo imaginas.

Vas caminando por la ciudad como si la vida no dependiera de cada paso que das. Lo único por lo que te desasosiegas es por vivir el hoy y no darle explicaciones de tus acciones a absolutamente nadie.
Crees que hay un equilibrio perfecto entre el mundo de las demás personas y el tuyo. Entonces, vives así. Sin preocupaciones.
Pero de repente todo cambia. Tan de repente y sin previo aviso, conoces a ese “alguien” que te pone el mundo de cabeza. No quieres admitirlo pero sabes que esa persona ha marcado un “antes” y un “después” en tu vida. Sabes que vino para quedarse, sabes que sus ojos se inmiscuyeron en los tuyos, sin permiso, sin autorización, y eso los hace eternos en tu alma. Todo iba bien y de repente llega alguien y te enseña otro modo de felicidad, otra forma de ser feliz. Te das cuenta de que la vida depende de cada paso que das, de que te empiezas a preocupar por la otra persona, de que no necesitas darle explicaciones de nada pero aun así quieres dárselas porque te hace feliz. Ese “alguien” te hace feliz. Y no hay nada que los demás puedan hacer al respecto. Pasó de ser alguien completamente extraño a ser la persona de la que no puedes dejar de pensar. Alguien con quien puedes comer pizza a las 2 de la mañana y besarse a las 6 de la tarde. Y quieres ser mejor. Quieres darle lo mejor. Existe otra versión de ti gracias a él o a ella. Pero luego tus miedos empiezan a hacerse presentes. Tu inseguridad toma el rol de líder en tus emociones y no es para menos: esa persona te empieza a fallar. Comienzas a darte cuenta de que no es perfecta. Te fijas en sus pequeños desperfectos y luego caes en la realidad. Ya nada es lo mismo, todo empieza a cambiar porque ya no estás ciego o ciega de amor. Ya no eres ese que se ilusionó en un principio porque los golpes que te da son demasiados. Te agotan y no sabes de dónde sacar fuerzas, pero sigues caminando contra la tempestad. Tratas de recordar cómo te ilusionaste al principio, e intentas traer al presente esos recuerdos hermosos de ustedes sonriendo y mirándose el uno al otro, en segundos eternos. Pero no se puede luchar en solitario cuando hay dos personas por las cual pelear. Y no sabes qué hacer, miras a todos lados en busca de ayuda pero solo hay miradas incrédulas que te dicen que abandones. No quieres escucharlas pero sabes que tienen razón. Estás a punto de caer, la soga está a punto de romperse y sin embargo tratas en vano de sostenerte más y más fuerte. Hasta que notas que el amor por el que has estado luchando es tu propio verdugo. La persona de la cual has estado enamorado va cortando la soga lentamente mientras tú la miras sorprendido, pero de alguna manera ya te lo esperabas. Y es ahí donde caes, y te quedas en el suelo esperando a que otro “alguien” te levante. Pero tu mundo ya cambió. Ya no puedes ir por la vida fingiendo que todo está bien, el equilibrio entre los mundos que constituyen tu existir se desmoronó.


¿Ya te diste cuenta de que todo puede cambiar cuando menos te lo esperas?