5 sept 2015

Polos opuestos





Cuando dos personas completamente diferentes se unen, solo hay dos finales posibles: o funciona o no. No hay tantas vueltas para dar, solo la verdad. Cuando vi esta imagen, lo que pensé es en la cantidad de historia que resume. En la cantidad de parejas que vivieron sus diferencias a tope y no supieron sobrellevar la relación, o las que sí lo supieron. Por la posición de las manos, me da a entender que, a pesar de ser variadamente opuestos, intentan comprender la complejidad de sus mentes, sin cambiarlas, sin ordenarlas. Los dibujos de fondo recapitulan las experiencias de sus vidas: los detalles, las pequeñas cosas, lo que parecía no importar. Las entradas para el cine, las lágrimas de felicidad, las copas de vino, las risas, las horas… Porque de eso se trata, de rescatar las similitudes y lo compartido. De ver más allá que discusiones temperamentales, de sacarle provecho a las personalidades enfrentadas.
De amarse, aunque no se comprendan.


16 jun 2015

Ni la primera ni la segunda

No fui la primera en su vida. No fui la primera en absolutamente nada. Ya se había enamorado antes. Ya había llorado extrañando a alguien, ya había cantado canciones románticas a todo pulmón. Ya se había embriagado pensando en otra persona.
No llegué a tiempo para ver su primera sonrisa enamorada. No estuve cuando pronunció por primera vez un “te quiero”. No fui la primera en su vida.

Tengo muchas preguntas para él. A veces quisiera simplemente hacerlas y escuchar lo que dice, otras veces no deseo escuchar la respuesta a ellas. Él tampoco fue el primer chico a quien extrañé; sin embargo, sí sé que es el primero a quien quiero de este modo, con esta intensidad. No encuentro manera de explicar cómo es que pasó esto. Lo único que puedo decir es que él ha creado un mundo totalmente distinto al cual ya estoy acostumbrada. Quizá caiga en lo cliché al hablar así, pero es que el tan solo imaginarlo junto a mí hace que mi corazón dé un brinco, que mi piel se erice, que una sonrisa de medio lado se dibuje en mi rostro.

A veces me tortura el pensamiento, imaginando e inventando recuerdos que yo no he vivido, y es en esos momentos cuando más necesito de él, su comprensión, su amor, su ternura, su cariño. Y es que nada iguala la sensación que me causa cuando me toma de la mano y, mirándome a los ojos, me dice esas cosas que solo suenan bien cuando salen de sus labios.
Hay muchas ocasiones en las que quiero decirle algo, o quizá todo. Confesarle absolutamente todos mis miedos, mis inseguridades. Pero es difícil, por eso elijo el disimulo y la indiferencia. Estos estarán mejor en mi mente, donde nadie pueda escucharlos. Es que luego me besa y se me olvida hasta el nombre.


No. No fui la primera en su vida. Pero eso no importa.

No quiero perderme...

No quiero perderme tus barbas de cinco días los trescientos sesenta y cinco del año, todo porque no tienes tiempo de afeitarte. Ni que me recuerdes las cosas que te he dicho y ya se me han olvidado.
Quiero seguir aprendiendo que a tus amigos los llamas “patas” y que cada vez que llegas a casa empiezas a tocar tu guitarra.  
No quiero perderme el que te enfades a medias cuando me olvido de comer. Te pones muy gracioso cuando haces gestos e intentas hacerme reír, sabiendo certeramente que lo conseguirás.
 Me gusta poner caras espontáneas porque sé que te gusta y admito que a veces lo hago para que sonrías; te revuelves bruscamente y sueltas una carcajada.
 Me declaro fan de los emojis y los uso más contigo que con cualquier otra persona. Me resulta fácil quererte de lunes a lunes, incluso los feriados. Porque tu ropa huele a ti… y ese polo azul… y tu forma de caminar, de desprenderte de tus brazos y de contarme con detalle qué has hecho en el día, de repasar mentalmente lo que te falta hacer; yo finjo que te escucho y, mientras, miro la forma de tus labios. Ya sé que tu momento de reflexión es antes de irte a dormir, que no tienes miedo a decir cosas de amor y que “Titanes del pacífico” es tu película favorita.
 Quiero seguir aprendiendo que los te amos que nos decimos no son lo más bonito que hay entre tú y yo,  sino son las cosas que compartimos lo que me hacen feliz.
 Que podría describir de miles de maneras tu cara de ilusión y de enfado; que quiero despertarme a tu lado todos los viernes a medianoche.
 Que quiero seguir conociéndote todas las mañanas; que no quiero solo tus días normales, quiero tus días felices y tus días amargos. Y no tengo razones comprobables, solo puedo decirte que sigo enamorada.

Que hoy he aprendido que eres a quien más quiero en esta vida. 

27 abr 2015

Resiliencia

Jamás entenderé la forma en la que me hizo sentir. Quizá fui yo quien causó todo esto –siempre encuentro una manera de culparme-, sin embargo, estoy segura de que, en ese momento, fuimos los dos. Mis ojos se ahogaban en lágrimas que yo detenía, saqué fuerzas de Dios sabe dónde para tan solo levantar la mirada y conectarla por unos segundos con la suya. Inmediatamente, comencé a temblar y la tuve que bajar de nuevo. Fue la despedida más fría y veloz que haya podido experimentar. Hubo cierta dureza en su voz. Ya no había dulzura. Y lo peor es darse cuenta de que durante todo el día, lo único que hice es aguantar en silencio estas palabras, porque no sabía cómo ordenarlas. No comparto con nadie mi amargura, la misma que hoy pude ver en sus ojos. Pero la de él era distinta. El café de sus ojos, que solía quitarme el sueño, ahora era amargo. 
De pronto, nos desvanecimos y yo, casi rompo a llorar. No sé ni por qué escribo esto, no es mi estilo. Pero a estas horas de la noche, solo puedo pensar en lo que pudo haber sido y no fue. Renunciar a algo que quieres es duro. Y lo peor es que lo tienes que vivir por ti mismo. Es decir, solo.

Jamás entenderé. Y lo digo porque no es sutil la diferencia de sensaciones. Un día me hace volar y, al otro, tengo que levantarme sola.

Las noches son las más complicadas. Quiero decir, durante el día, en mi cabeza se entrelazan muchos pensamientos. Y todos, absolutamente todos, tienen que ver con su repentina ausencia. Es solo que la rutina me mantiene ocupada, distraída, atareada. Pero cuando llego a casa, la soledad de mi habitación me envuelve y, en lugar de concentrarme en cualquier otra cosa, siento su olor. Escucho su voz, su risa. Veo su rostro. Es triste, desconcertante, desconsolador. Y luego sigue una lucha interna conmigo misma para no cometer un error que puede me llegue a lastimar más de lo que ya estoy.


Sí, las heridas sanarán. Sí, lo superaré. Pero eso es en un tiempo. Por ahora, todavía no lo entiendo. Y es por esa razón que duele. Mucho. 


13 abr 2015

Collide

Ha pasado solo un día y ya extraño su voz. Momentáneamente, me da la tentación de llamarlo, sin decir nada, solo para escucharlo unos sencillos segundos. 

Extraño la dulzura con la que me decía "Amor"... La ternura y la calidez de sus palabras cuando las pronunciaba, y aun cuando las escribía. Extraño su risa a carcajadas, sus burlas, sus chistes para nada cómicos. Necesito sus abrazos, sus besos en la frente, sus manos en las mías. 

Necesito su olor, necesito que mi cabello se enrede en él. Extraño sus llamadas repentinas, los silencios en ellas cuando no había nada y a la vez todo por decir. 

Solo ha pasado un día y ya extraño mi vida junto a él. Andar tomados de las manos ante las inexplicables miradas de los transeúntes. Necesito su mirada fija en la mía.
Lo necesito a él.


https://www.youtube.com/watch?v=lWJvuG6fUQw