No fui la primera en su vida. No fui la primera en
absolutamente nada. Ya se había enamorado antes. Ya había llorado extrañando a
alguien, ya había cantado canciones románticas a todo pulmón. Ya se había
embriagado pensando en otra persona.
No llegué a tiempo para ver su primera sonrisa enamorada. No
estuve cuando pronunció por primera vez un “te quiero”. No fui la primera en su
vida.
Tengo muchas preguntas para él. A veces quisiera simplemente
hacerlas y escuchar lo que dice, otras veces no deseo escuchar la respuesta a
ellas. Él tampoco fue el primer chico a quien extrañé; sin embargo, sí sé que
es el primero a quien quiero de este modo, con esta intensidad. No encuentro
manera de explicar cómo es que pasó esto. Lo único que puedo decir es que él ha
creado un mundo totalmente distinto al cual ya estoy acostumbrada. Quizá caiga
en lo cliché al hablar así, pero es que el tan solo imaginarlo junto a mí hace
que mi corazón dé un brinco, que mi piel se erice, que una sonrisa de medio
lado se dibuje en mi rostro.
A veces me tortura el pensamiento, imaginando e inventando
recuerdos que yo no he vivido, y es en esos momentos cuando más necesito de él,
su comprensión, su amor, su ternura, su cariño. Y es que nada iguala la
sensación que me causa cuando me toma de la mano y, mirándome a los ojos, me
dice esas cosas que solo suenan bien cuando salen de sus labios.
Hay muchas ocasiones en las que quiero decirle algo, o quizá
todo. Confesarle absolutamente todos mis miedos, mis inseguridades. Pero es
difícil, por eso elijo el disimulo y la indiferencia. Estos estarán mejor en mi
mente, donde nadie pueda escucharlos. Es que luego me besa y se me olvida hasta
el nombre.
No. No fui la primera en su vida. Pero eso no importa.