2 sept 2013

Amigos a la distancia



Me hablaste. Me hablaste y con tan solo unas palabras, pusiste mi mundo de cabeza. Rompiste todos los paradigmas que tenía acerca de mi realidad, e impusiste los tuyos. 


No busco tu piedad, ni tampoco pienses que soy la más infeliz del mundo, porque a pesar de todo, de vez en cuando, se me escapa una sonrisa sincera y en ese momento aún creo que existe el amor.  

Amaba todo de ti. Tu aparente desinterés, tu frialdad ante la vida, tu sinceridad. Tus momentos UNICOS, en los que a mí se me encogía el corazón porque decías algo que me parecía “lindo”. Me encantaba el hecho de no poder descifrarte. De que al mirarte los ojos, no podía saber que había en tu interior. Las ventanas de tu alma estaban cerradas. Me encantaba que eras –y eres- un ser complicado, enrevesado, me confundías. 
Rompiste las reglas que yo traté de imponer y sin embargo no me importó en lo absoluto. Al contrario, yo ponía más con la intención de que las volvieras a romper. Me encantaban tus ojos grandes y cafés.

 “ Tenías café en la mirada, debía ser por eso que me quitabas el sueño”. 

Extrañamente, me acostumbré a ti y a tu forma de “querer”. Amé lo que pudo ser y nunca fue.  

Y aún lo hago.