12 nov 2013

ÉL.

Él ha sido de esas personas que siempre han sabido cómo hacerme sentir débil. Si bien llegué a sentir emociones inexplicables durante mucho tiempo, nunca supe cómo esto llegó a suceder. Un tipo como él, despreocupado de la vida. Quien tiene su propia filosofía y una peculiar manera de verla. Alguien frío, obstinado. Diferente. Creo que eso fue lo que me atrajo. Aquella desemejanza tan particular, algo que no había logrado percibir jamás en mis cortos años de vida.
Una palabra, una sonrisa.
Un adiós, una lágrima.
Siempre fue el centro de mi atención, el eje principal de todo lo que me movilizaba. Y tal vez, ese fue mi error. Depender anímicamente de alguien a quien yo creía inexpugnable, alguien que no se dejaba persuadir. Y en eso acerté, el problema es que creí que todo sería color de rosa como en esos cuentos que solía leer de niña. Sumergida en esa ingenuidad tan característica de mi edad, no logré ver que estaba errando monumentalmente.
Traté de dejar atrás y renunciar a estos sentimientos que me causaban este bajón emocional tan similar a una montaña rusa, y cuando no extrañaba su aroma, cuando había olvidado sus ojos, su irónica sonrisa cuando no lograba entender mis palabras fundidas de sarcasmo, su voz.. aparece de nuevo, con esa tranquilidad intranquila tratando de recuperar lo que más de una vez perdió. Hasta ahora sigo pensando si hice bien en dejarme llevar, o si alguna vez dejaré de huir de esta dura realidad.