Escucho sus pensamientos a lo lejos. Suspiran desgarrando mis oídos. Destrozan mis sentidos. Anulan mi conocimiento. Estoy perdida. Suena una voz. Es suave. Hay un aroma peculiar que ya sentí antes. La melodía de aquella voz también la escuché. ¿Qué sucede? No siento los pies. No sé qué sucede. Abro los ojos, por fin, y te noto a lo lejos. No te escucho bien, pero sé que dices algo. ¿Día? ¿Qué día? No te veo bien, pero sé qué eres tú. Pintaré una luz en mi oscuridad para sentirte. Libertad. Floto con tu voz, que me repite una y otra vez abstractas palabras. Aún no entiendo nada. Ya no importa. Jamás olí esa fragancia antes. Pero me encanta.
¿Te acercas o te alejas? Ven. No te necesito, pero me haces sentir bien, me haces sentir acompañada; se siente cada vez más tu olor. No me muevo, ¿Por qué no me acerco a ti? Hago preguntas que se quedan volando en el aire, todo es tan confuso. ¿Qué hacemos aquí? Yo sólo te veo a ti. Todo se aclara; me muevo yo, te mueves tú. Serás sólo mi propio reflejo. ¡Dime algo por favor! ¡Háblame! Maldita sea.
Ahora entiendo todo. La pregunta no es: ¿Qué hacemos aquí? La pregunta es: ¿Qué haces TÚ aquí? No tienes absolutamente nada que hacer en mis sueños. Si vienes una vez, te quedarás para siempre. ¿Qué quieres? ¿Por qué no te vas?
Iré por ti.